Le llegó otra ilusión,
otros labios, otras manos,
otras palabras, otros susurro, nuevas noches,
nuevos amaneceres, otra
caricia,
nuevo encuentro, otro
cuerpo.
Y se dejó llevar, con
la candidez de niña,
la ternura de sus
ojos, la sed de su cuerpo.
Ya no tuvo miedo, ya
no hubo culpa, ya no hubo restricciones
ni barreras, para
expresar sus sentimientos.
Ya no mandaban él ni
ella, solo el sentimiento,
que les unía, con la
complicidad del momento,
la dicha de sentir, y
el placer que le proporcionaba el
tener un nuevo
encuentro, una nueva ilusión.
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1 comentario:
Hola, Ana, he pasado a leerte. Un amor de juventud e ingenuidad. ¡Qué pena que se pierda luego esa primera candidez del descibrimiento del otro! Un beso.
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