Lastima que siendo un gran escritor, haya sido una persona sencilla Y otros que no tienen ni puñetera idea de que significa escribir, se crean Cervantes.
Ana Giner
El escritor Javier Tomeo ha muerto este sábado en el Hospital Clínic de Barcelona a consecuencia de una infección que, en las tres últimas semanas, había agravado su ya complicado estado de salud. El autor de la célebre 'Amado monstruo', de 81 años, padecía una diabetes severa que prácticamente le impedía caminar. Fue ésta la causa que le llevó al hospital hace tres semanas. Hace unos días, sus amigos, entre los que se contaron sus editores, Jorge Herralde y Enric Cucurella, su agente, y actores como Gabino Diego, pasaron por el el centro hospitalario a darle su último adiós.
Tomeo, que nació en Quicena (Huesca) en 1932, pero que pasó la mayor parte de su vida en barcelona, fue creador de inolvidables tipos solitarios, como el protagonista de la primera novela que publicó con su nombre, 'El cazador' (1971), que decidió encerrarse en su habitación para no tener que volver a encontrarse con su madre. Su estilo era sencillo, directo, y candorosamente humano, de un minimalismo feroz, como muestra su última novela publicada (y la última que escribió), editada este mismo año por Alpha Decay, 'Constructores de monstruos'.
Con ilustres lectores devotos, entre los que contaba el desaparecido Roberto Bolaño, Javier Tomeo escribió mucho a lo largo de su vida(su obra la conforman cerca de medio centenar de volúmenes), pero siempre a su manera, siempre indagando en la figura del secundario, el vendedor de sillones giratorios ('Preparativos de viaje') y del tipo que sigue hablando con su madre aunque ésta lleve años muerta ('El cantante de boleros'). Los premios no le eligieron, pues aunque ganó el Ciudad de Barbastro con su segunda novela, 'El unicornio', suerte de novela negra 'buñueliana', a éste apenas se le sumó el Premio Aragón a las Letras que consiguió en 1994.
Traducidas a 15 idiomas y adaptadas muchas de ellas al cine y al teatro (algunas se han representado en los mejores teatros europeos), sus historias, de un realismo mágico de carreteras secundarias, se mantuvieron hasta el final fieles a sí mismas y al universo narrativo del autor. Éste nunca cejó en su empeño de construir fábulas que aunasen lo cotidiano con el desvío fantástico, imprevisible, por momentos siniestro, por momentos ingenuo. Su condición de escritor único, sin claros descendientes literarios, deja con su desaparición a una parte de la literatura española huérfana.
Articulo por :
Laura Fernández | Barcelona
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