No te
arrepientas de haberme conocido,
no te
arrepientas de que por unos días
una horas
me amaste.
No
te arrepientas de las caricias
que me diste y los
besos que
me entregaste.
No te
arrepientas,
ya que mi cuerpo te excitaba
y tu
sangre hervía.
¡No, no te arrepientas!
No te
arrepientas de que tu cuerpo
me deseara y loco de
pasión me poseías.
No te
arrepientas vida mía,
de
decirme que me deseas cada día,
porque
nuestras almas caminan juntas
por el
sendero propio de la vida.
A.G